Noches mágicas se tienen pocas. Esas donde la compañía es tan buena y la diversión tan sana que hasta asusta. Ayer fue una de ellas, donde La Barra (Porsu, ¿donde mas?) nos envolvió en un ambiente increíble, lleno de música hermosa, de tarros de cerveza obscura, de micheladas deliciosas, de cantos mal entonados, de malas jugadas, de equipos mal coordinados, de risa escandalosa y de un brindis entre cuatro personas que comparten una amistad bella y sincera. La noche culmino, dejándome un poco ebria. Pero con la seria certeza de que en mi vida hay momentos maravillosos. Momentos que se quedan en mi alma, fantasmas que habitaran mi casa, encuentros que no se olvidaran jamás, ni que se recordaran como un sueño. Por más ebria que me haya encontrado.