Las manos de Cayetano

Debido a que me hacia falta lo hice.
Se encontraba olvidado, reseco, sin vida.
Así que el pasado martes tome la decisión y me puse en sus manos: En las manos de Cayetano.

Caye, como lo bautice yo por hueva y pa ahorrar tiempo, me miro, me pregunto como lo quería y yo solo musite: Haga, lo que crea que necesite.
Por más de cuarenta minutos sus manos le dieron masaje a mi cabello, a mi cráneo. Caye, moldeaba, secaba, acomodaba y yo con los ojos entrecerrados le daba gracias a Dios por esas caricias. Caricias que me hacían falta, caricias que me hacían una clara invitación: a dormir, a relajarme, a sentir…simplemente sentir.

Alguien sacude bruscamente mis hombros, abro los ojos.
Es Cayetano, quien extiende su mano, pues las caricias obtenidas, esas que necesitaba, tienen un precio.
Chale.