Castigo abierto

En mi casa, las advertencias no son como las llamadas que se hacen antes de comenzar una obra de teatro. No, esa es perdida de tiempo. Es una, una sola. Nada de que tres y eso de que cuenta hasta diez, menos! Si ala primera no me hacen caso, enseguida va la mirada y esa si, es de respetarse. Porque luego no falta la mamá que es media guey y esta toda la puta tarde en un shower, diciéndole al plebe: Te vas a caer amor, deja eso amor, no lo toques, te va a regañar la señora, papi… Digo porque chingados no los regañan ellas y ya. Mis hijas y no porque sean mías, no me dan muchos problemas. Pero saben que cuando mami avienta la mirada penetrante algo no esta bien. La primera y única advertencia se la llevo el día de ayer taka, tatan, tan tannnnnn: La Mayor. Desde el día de hoy, hasta que se me hinche ella estará castigada. No le dije con que, porque iré castigando poco a poco, conforme a sus necesidades. Porque luego resulta que uno dentro de la histeria (y que también es medio macana) se le olvidan algunas pequeñas grandes cosas. -No veras televisión, ni películas, ni caricaturas, ni nada, cero! Pero luego llega el fin de semana y ala nena le sale una piñata o un convivió y entonces es ahí donde uno por ploma y por despistada, termina por acceder. ¿Porque? Porque eso no estaba incluido en el castigo. Así que esta vez no. Todo quedo clarito, como los segundos orines del día. Tuvimos charla, no grite, no mire como miro, bueno si dos veces, no torture, no, mucho menos golpee. Hablamos y espero haya entendido, porque en mi casa mis dos hijas y cachorro, saben bien que cuando mami chula, con mirada penetrante, dice: primera llamada, primera, y ellas no hacen caso, ni reaccionan, la cosa de ahí en adelante, no machara muy bien, que digamos. Mas de ahora en adelante, que en casa, lo mas in, pa mantenerlos out, será los: “castigos abiertos”.