Esos Ires y venires...
Hay días en los que me da por pensar en nada, si, de esos en los que no miras nada, ni haces nada, simplemente estas. De esos repletitos de ocio.
Ayer a media tarde me dio por pensar así y mirar así. Y es precisamente en ese momento donde me invade un poco la nostalgia y me da por recitar en voz quedita, como en mis mejores tiempos de escuela básica: “Dios, debe de tener una muy buena razón para enviarme una tercer hijo”.
No por ser nena, no, no por ser la tercera, tampoco, si no por la situación.
Por mi situación.
Y es ahí, mientras me encuentro recostada, con el vientre descubierto, que Helena comienza a danzar para mí.
Ese movimiento que no lo hace siempre, esos ires y venires a lo que he nombrado: la danza de las olas.
Helena, sin necesidad de música, sin necesidad de ningún sonido, baila. Logra apasionarse con el murmullo del líquido amniótico. Sigo su secuencia fascinada, y logro captar, el sentimiento que ella quiere transmitirme.
Termina.
Me imagino que ahora descansa, el ritmo, aunque ha sido lento y pausado, termina agotándola.
Acaricio mi vientre abultado y recito en voz alta, como en mis mejores tiempos: "Tú pequeña danza, Hele, es motivo suficiente".
Ayer a media tarde me dio por pensar así y mirar así. Y es precisamente en ese momento donde me invade un poco la nostalgia y me da por recitar en voz quedita, como en mis mejores tiempos de escuela básica: “Dios, debe de tener una muy buena razón para enviarme una tercer hijo”.
No por ser nena, no, no por ser la tercera, tampoco, si no por la situación.
Por mi situación.
Y es ahí, mientras me encuentro recostada, con el vientre descubierto, que Helena comienza a danzar para mí.
Ese movimiento que no lo hace siempre, esos ires y venires a lo que he nombrado: la danza de las olas.
Helena, sin necesidad de música, sin necesidad de ningún sonido, baila. Logra apasionarse con el murmullo del líquido amniótico. Sigo su secuencia fascinada, y logro captar, el sentimiento que ella quiere transmitirme.
Termina.
Me imagino que ahora descansa, el ritmo, aunque ha sido lento y pausado, termina agotándola.
Acaricio mi vientre abultado y recito en voz alta, como en mis mejores tiempos: "Tú pequeña danza, Hele, es motivo suficiente".